miércoles, 14 de abril de 2010

Las ruinas y la playa.

Una emboscada de zombis y esqueletos arqueros le indica que está en la dirección correcta, B no tarda mucho en encontrar las ruinas. Encuentra lo que en algún tiempo debió ser un templo, tal vez de Zeus, dado que entre los escombros puede percibir un rayo tallado. Aquí un liche que utiliza magia de hielo plantea un reto interesante para B, la táctica de los muertos vivientes es simple: proteger a su líder de los trozos de hielo de B mientras los propios trozos que él lanza intentan aniquilarla. Ella logra escapar de dicho predicamento con sólo algunos rasguños.

Sigue un camino que se encuentra delimitado por una montaña, a su izquierda, y el mar a su derecha; este lleva a la entrada de las ruinas que fueron hechas en la montaña misma. Las columnas parecen sólidas y se aventura dentro del lugar. Desde que entra puede sentir la fuerza y la magia que hay en el lugar, unas antorchas evidentemente mágicas iluminan las ruinas, la entrada se encuentra desierta, en las primearas cámaras encuentra los ya habituales esqueletos con arco. Pero algo la inquieta, algo se mueve entre las sombras, puede sentirlo aunque no verlo, en instantes tiene amenaza nueva encima de ella, un rápido movimiento de su bastón logra desviar el golpe que iba dirigido a su cuello, luego el esqueleto es destruido por un trozo de hielo. Este nuevo adversario usa las tácticas de los ladrones, ni siquiera se atreve a tomar la daga que yace casi a sus pies, claramente tiene veneno y no solo en el metal.

Los esqueletos no representan problemas para la destreza de B con la magia de hielo. Ella se confía a tal punto que abre un par de sarcófagos y activa una trampa oculta en uno de ellos. Para su fortuna los dioses no la han abandonado, como parece ser ha ocurrido en todo Atenas con esta plaga de monstruos, la trampa era de hielo una nube de hielo que B absorbe sin dificultad. Las ruinas dejan resultan ser una desilusión no sólo por la sencillez de los encuentros sino porque no hay objetos tan valiosos para la lucha ni para el comercio.

B pasa la noche en las ruinas practicando sus poderes de tierra y fuego, aún no se encuentra convencida de poder manejarlos debidamente. Sale de las runas cuando el sol se pone en el horizonte, encuentra un par de esqueletos en el bosque, luego se enfrenta a una patrulla de sátiros comandados por un centauro, esto le viene de maravilla ya que traen comida y ella tiene mucha hambre. Ya no quiere seguir comiendo sólo pan y carne seca. Se sienta frente al guiso que resulta ser un excelente conejo.

El camino no es sencillo, es un ascenso montañoso y lleno de harpías. Las conoce bien pues es una práctica común entre los stormcaller luchar contra estas, debido a su resistencia a los rayos y a su propia capacidad de producirlos. A pesar de esto el encuentro no es sencillo ni grato para B, una de las harpías logra asestar uno de sus rayos en su costado derecho, siente el dolor en todo su cuerpo y sólo una gran fuerza de voluntad la mantiene consciente. Mata a las dos harpías restantes y tirada en el suelo sin moverse se queda dormida.

Despierta con un sonido que no ha oído en mucho tiempo ahora, el canto de unos pájaros. Esto la anima y se dedica a practicar con el bastón de su padre. Sin embargo sigue siendo demasiado poderoso para ella no puede conseguir nada con él. Se lo coloca en la espalda y toma el suyo, tantos recuerdos que tiene con este bastón le resulta difícil pensar en dejarlo; pero entiende que si las cosas empeoran su bastón no le servirá de nada y tal vez tampoco el de su padre.

El ascenso termina, ahora todo es cuesta abajo hasta la playa de Megara. Ya puede escuchar el mar, las olas chocando contra la roca; pero antes de poder sentir la arena bajo sus pies un campamento sátiro le corta el camino. Aunque no será por mucho tiempo.

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