Espíritus
africanos.

Hace un año que visité Nigeria, fue
muy difícil convencer al gobierno del país africano que nos dejaran ayudarles
en la protección de sus antigüedades y reliquias, las cuales seguían siendo
saqueadas y vendidas en el mercado negro. Aunque la mayoría se encontraba en
manos de alemanes o algún coleccionista sin escrúpulos.

Los primeros días fueron un
infierno: varios integrantes de la expedición contrajimos una enfermedad, la
cual cobró la vida de algunos de mis mas queridos colegas y amigos. Me
encontraba devastada y me sentía sola.

Fue cuando por primera
ocasión sentí el poder de ciertos objetos que había recuperado: en una bola de
cristal podía observar imágenes, formas y una extraña creatura; pude reconocer
que eran parte de mis sueños y alucinaciones que experimenté durante la
enfermedad.
Mi mente analítica estaba
convencida que la experiencia no era real, sino parte del virus que me infectó;
incluso cuando, días después de estar recuperada, algunas de las otras
reliquias seguían teniendo “comportamientos extraños”; fue hasta que llegamos a
la villa de Dibia y conocí a la gran shaman
Akachi Onyele y los
espíritus de sus ancestros, literalmente, que empecé a entender el poder que
ciertas antigüedades tienen.


Formé un lazo con
Akachi logrando recuperar más de estos objetos de poder, ella tiene algunos
meses en Estados Unidos y esta convencida de que algo raro esta sucediendo o va
a suceder en Arkham, basada en las advertencias de sus espíritus ancestrales,
específicamente en el teatro de la ciudad que presenta: El Rey en Amarillo.
Bastante burdo el título, para mi gusto, no veo como una obra de teatro puede
ser importante para unos antiguos espíritus africanos; sin embargo, tenemos
boletos para la función de hoy por la noche.

NOTA:
Al escribir el nombre de la obra en
el diario pude notar como unos símbolos se empezaron a escribir por si mismos
en las últimas páginas. Tengo que descifrar su significado.
Ya nada me sorprende.
En voz alta, me digo a mi misma, mientras observo un viejo espejo de
mano:
“Ursula; conserva la
calma”
Momentos después escucho, en mi mente, una melodía que me tranquiliza.
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